martes, 22 de marzo de 2011

Un encuentro inesperado

Siempre había dicho que mi día de la suerte era el 17. Suelen pasar cosas inusuales ese tipo de días, pero lo que no sabía era que me pasaría algo parecido a lo que ocurrió.
Concierto de Miyavi... 16 de marzo de 2011... "¡Vaya! ¡Qué pena que no sea el día 17!" me dije.


A la mañana siguiente, me desperté temprano, debía viajar de nuevo a Tenerife.
Llegar al aeropuerto, facturar las maletas... Vamos, lo típico.

Después de estar por ahí paseando, comprando cosas y demás, decidimos comer algo.
Fuimos a un sitio de estos que te sirves tu mismo en una bandeja, que parece un bufet pero de poca cosa como bocadillos, dulces y refrescos.
Yo cogí un Acuarius de naranja y un sandwich de pollo (aunque aquello no parecía pollo, pero bueno) y me senté en una de las mesas que había libres dentro del local.

Al poco rato, veo pasar a un grupo de japoneses, con sus mascarillas y cargados con mochilas, y se colocaron en una de las mesas que había fuera.
Empecé a vocear que en Barcelona había un montón de japoneses y que no era justo, que también debería haber muchos en Tenerife, cuando, de repente, uno de ellos entró y se puso en la cola para coger lo que, supuestamente, debía ser su desayuno.

Llevaba puesto un abrigo largo, gris, unos pantalones negros que llegaban justo por encima del tobillo, unas zapatillas...blancas, creo recordar. Estaba de espaldas a mí cuando comencé a observarlo.
"Lleva el mismo sombrero que Miyavi, y el pelo también se parece bastante. ¿Te imaginas que fuese él?" pensé para mí misma mientras me reía.

Lo miré un poco más. Se parecía demasiado. Pero, no era posible, ¿verdad?

ERA MIYAVI. ¡QUÉ ERA MIYAVI!

Me quedé petrificada. Casi me muero. Mi corazón latía a mil por hora. ¿Qué hacer? ¿Qué hago?
"Pídele un autógrafo" ¿Y Miyavi me lo firmaría? No creo. Esa cara de "me acabo de despertar, no me molestes" podía conmigo.
"Sácate una foto conmigo" ¿¡Cómo le digo yo eso!? Seguro que piensa que soy una fan girl loca o algo.

Saqué la cámara de fotos rápidamente, aún sin saber qué hacer.
Intenté sacarle una foto mientras hacía la cola, pero una azafata estaba en medio tomándose un café, pero cuando se movió, mi vista se encontró con la del guitarrista y su cara expresaba un "o quitas la cámara o te mato". Me asusté. No quería molestarle. ¡Eso sería lo último que haría en mi vida!

Al parecer tuvo algunos problemas para pagar, tardó bastante en salir de allí.
Conseguí grabarle mientras caminaba tranquilamente hacia su mesa con la bandeja de comida.
Un croissant de chocolate y un batido de vainilla. (¿Quién demonios desayuna eso?)

Era la hora de irme. "Última llamada para el vuelo..." "¡PERO QUE ESTÁ AHÍ!" gritaba una y otra vez.
Lo estuve mirando hasta que lo perdí de vista. Comencé a llorar mientras llamaba a mi abuela para gritarle por el móvil.
Me sentía tan incapaz... Estaba a menos de dos metros pero no podía hacer nada...
Todo el mundo comenzó a mirarme, "niña revolucionada en el aeropuerto".
Pero es que no podía soportarlo. ¡Estaba ahí sentado!

3 comentarios:

  1. no deja que le hagan fotos, pero si le hubieras acercado tu poster yo creo que te lo habria firmado, de todas maneras aunque no te sirva de consuelo yo me habria kedado petrificada en el sitio sin saber ni que hacer ni que decir, menuda experiencia!

    ResponderEliminar
  2. Pfff... No tengo ni idea, la verdad.
    Pero es que aunque hubiera tenido el valor de acercarme a él me quedaría parada sin decir nada y él estaría en plan "e.ê? Qué hace esta aquí parada al lado mío?" XD
    No sé, ojalá se pueda repetir esta situación OJALÁ aunque muy poco probable, y pueda aprender de mis errores.

    ResponderEliminar
  3. Hirohito Suzuki nació hace unos años en Japón, pero era muy diferente a todos los niños japoneses, pues aunque era japonés y tenía los ojos rasgados como todos los japoneses, Hirohito no parecía japonés. Era tan diferente del resto de los japoneses que su padre según lo vio, decidió divorciarse de su mujer porque pensó que le había puesto los cuernos.
    Hirohito creció como un niño normal, aunque no era normal, era diferente, era un japonés no japonés. Su madre siempre pensó que se le pasaría con el tiempo, pero no se le pasó. Así que cuando Hirohito cumplió 15 años su madre lo abandonó. Desde entonces Hirohito se quedó solo en el mundo y sin ningún sustento. Pero por suerte para Hirohito, sabía tocar la guitarra, así que se puso a tocar la guitarra en el metro y con el dinero que ganaba se pagaba sus cosas.
    Un día, después de un duro día tocando en el metro Hirohito volvió a casa y se conectó a Internet. Hirohito se conectaba todos los días, aunque nunca mucho tiempo, pero ese día estuvo mucho tiempo, el motivo, que conoció a una chica de España. Estuvieron hablando hasta altas horas de la noche, hora australiana. Y así, estuvieron, hablando todos los días, durante un año. Hasta que un día María, que así se llamaba la chica española, le propuso venirse a España e Hirohito, no lo dudo y vino.
    Desde que se conocieron, María e Hirohito se enamoraron y decidieron vivir juntos. Al principio Hirohito lo pasó mal porque no encontraba trabajo, pero pronto le ofrecieron trabajo de fotógrafo de bodas, porque aunque a él no le gustaban que le hicieran fotos ya que le cortaba la digestión, a él, no le importaba hacer fotos a otros.
    Aunque daba igual donde fuese Hirohito, nadie sabía que era japonés, ni siquiera sus propios compañeros de trabajo. Eso le cabreaba porque ¿cómo era posibles que no se diesen cuenta que era japonés?, él, con sus ojos marrones y su pelo negro. Pero no. Pensaban que era gallego porque no le entendía cuando hablaba y siempre estaba cabreado. Pero él estaba cabreado porque no reconocía su origen. Se cabreó tanto que un día dejó de hablar a sus compañeros. Pero como bien es sabido que los gallegos dicen una cosa y hacen otra, todo el mundo pensaba que estaba alegre.
    Llego el día en que Hirohito y María se casaron. Aquel día Hirohito no puso hacer fotos, se las hicieron a él, muchas fotos, lo cual le cortó la digestión una y otra vez y se estuvo toda su boda con diarrea. Y cuando acabó la boda se pasó toda la noche en la servicio, se pasó tanto rato apretando que se le quedó la cara de un chino, lo cual le enfadó más todavía. Él era japonés.
    Para su luna de miel se fueron a Albacete para comer unas navajas, sin darse cuenta que en Albacete las navajas que venden no son de comer. Eso enfadó a Hirohito, aunque su mujer, que si sabía de donde era, siempre pensó que su cara de cabreo era su cara de normal, aunque muchas veces dudaba de si era japonés, porque tenía algo que le hacía ser no japonés.
    Con el tiempo, Hirohito quiso tener hijos, pero María decir que si quería tener hijos, los tuviese él, que cochinas ganas tenía de embarazarse. E Hirohito siendo como era, se lo tomo a pecho y se puso dos pechos y se cambió el sexo para tener hijos. Así que Hirohito pasó a llamarse Hirohita. Y con el tiempo, acabó teniendo un niño y una niña, Hiro e Hita, aunque la gente los llamaba los galleguito y galleguita. Hirohita no daba más de sí, de lo cabreado que estaba, pero lo acabó aceptando y acabó viviendo toda su vida en España con su mujer y sus hijos.

    ResponderEliminar